lunes, 11 de mayo de 2015

MURCIA: MODERNIDAD Y ESTULTICIA





La necesidad de estar permanentemente informado, vía internet, de todo lo que sucede a nuestro alrededor, se está convirtiendo en algo enfermizo. Lo que, a veces, se transforma en grotesco. Éste es el caso.
Hace unas semanas, paseando por el Parque del Malecón, encuentro, superpuestos a los troncos y ramas de algunos ejemplares botánicos, unos cartelitos con los nuevos códigos QR (Quick Response code, o 'código de respuesta rápida') donde, supongo, se encuentra la información necesaria para saber todo sobre los árboles y arbustos a los que van adosados; la idea, en sí misma, no me parece mala... pero a lo que iba: la falta de discreción mostrada a la hora de poner los dichosos cartelitos, no hace sino confirmar la insensibilidad y falta de criterio en la puesta en marcha de tan novedosa iniciativa. La notoriedad de los QR es ridícula. Avergüenza ver cómo el improvisado plan tiene una presencia innecesaria, excesiva. Yo, casi que me conformaba con los clásicos cartelitos al pie de los ejemplares con los nombres populares y en latín: 'Palmera datilera' o Phoenix dactylifera'; 'Higuera australiana' o Ficus macrophylla; 'Pino carrasco' o Pinus halepensis; ... resulta más propio ¿no?


A la altura que se encuentra no sé yo si sirve de algo

A este viejo y fatigado árbol le han puesto esquela

La información que no falte, la estética importa menos

Así, que se vea bien

Cualquier sitio es bueno: en bajo...

... o en alto

Éste está medio camuflado, más... natural, más integrado. (El código, semi oculto, queda invalidado)

¡Con un par...!

Sobra cartel, o falta árbol (¡Si Perico Pardo levantara la cabeza!)

¿Queda claro?

Por duplicado; por cierto, el color naranja es de lo más discreto, se integra bien en el entorno

Dondequiera



y de paso...
 Nueva visita al viejo árbol

Seguramente no había otro sitio donde poner la farola (o toma de luz para las barracas, da lo mismo)

Pues no, no era provisional: el puntal de obra que fotografié hace tres años sigue ahí.
(¿Qué tal un discreto cerco alrededor de este árbol para evitar su deterioro, apuntalar la rama en condiciones y llevar la farola a tomar viento?)

domingo, 10 de mayo de 2015

Dos soluciones distintas

A veces, «una imagen vale más que mil palabras»; y éste podría ser el caso de la que a continuación nos muestra la diferencia entre las distintas formas de cuidar los espacios públicos, pensados para el disfrute de los ciudadanos. A la izquierda de la imagen vemos los mimos que emplean los jardineros con los árboles del céntrico parque de Hamarikyu, en Tokio, donde las ramas de este ejemplar de pino posan delicadamente sobre unos caballetes de madera que, además de cumplir su propósito, se integran de forma natural en el paisaje. A la derecha, yuxtapuesta, la foto muestra la indiferencia, la ignorancia y el mal gusto con el que se resuelve una situación similar en el parque del Malecón, o Jardín Botánico, de Murcia. La miseria de los responsables de tan grande desaguisado da vergüenza; pero, en mi opinión, y lo que es peor, esto es burla y falta de respeto hacia quienes aquí habitamos, pues nos tratan como  necios. Peor que una chapuza de "Pepe Gotera y Otilio". 
Nos queda tanto por aprender...


A la izquierda, el Parque Hamarikyu (Tokio, 2007); a la derecha, el Jardín Botánico o Parque del Malecón (Murcia, 2012). Las diferencias sonrojan. (Cliquear sobre la imagen para agrandar)

domingo, 8 de marzo de 2015

EL PALACIO RIQUELME

Otra de las barbaridades cometidas en la ciudad de Murcia en nombre del progreso, y ejemplo de lo que nunca debió hacerse, fue la demolición del Palacio Riquelme en 1967, en el auge del desarrollismo y la especulación urbanística.
Después del derribo, la fachada del palacio se reutilizó en el Museo Salzillo que, en aquellos años, se construía en un solar junto a la Iglesia de de Jesús, en la plaza de San Agustín.
El Palacio Riquelme se construyó en el s. XVI, y estaba situado en la calle Jabonerías, esquina con la popular calle Platería. 
Perteneció a la familia Riquelme Salafranca, marqueses de Pinares (no confundir con otra rama de la familia: los Riquelme Fontes, marqueses de las Almenas; siendo estos últimos los que encargaron el conocido belén a Salzillo, en 1776, y que, más tarde, completó el escultor Roque López hacia 1800).
El impersonal edificio que hoy ocupa el lugar donde antes se alzaba el Palacio, en el mismo centro histórico de la ciudad, desentona por completo: en primer lugar por su estética vulgar y grosera, que no contempla para nada el entorno urbano; y después, por el desproporcionado tamaño (¡diez plantas, contando bajo, entresuelo y ático!) entre calles angostas del mismo centro de la ciudad, lo que nos da una idea del caos con el que la corporación local del momento administraba los permisos para la construcción de nuevas edificaciones. Otro despropósito más que se suma a los centenares de barbaridades urbanísticas acometidas aquellos años, terminando así por desmontar una ciudad, que si bien nunca fue tan monumental como otras que nos puedan venir a la cabeza, sí que tenía su propia personalidad; una ciudad, hoy, completamente arruinada. 


(...)"Murcia no es una ciudad para ser visitada, claro, por que está... "vacía"; no hay en ella nada monumental, ni siquiera pintoresco, característico, pero cuando logramos verla incrustada en el paisaje, ahogada por el paisaje, dejará de ser la ciudad borrosa, blanquecina, sin color, sin dibujo y plana que vimos al principio." (...),
(fragmento de "Murcia", Ramón Gaya, 1950)

"¡Hace cincuenta años! ¡Medio siglo! Murcia era entonces, todavía, Murcia, concentradamente Murcia. Cada lugar de España era entonces todavía él, muy él y ningún otro, es decir cada "sitio" era un sitio único, singular, y no sólo por su carácter y fisonomía diferentes, sino por su sustancia, por su solitaria sustancia (...) Pero así como ser Córdoba -o ser Toledo, o ser Valencia- era ser una singularidad bastante dibujada, ser Murcia era ser una singularidad más imprecisa, más misteriosa, más secreta, más fina (sí, más fina), más inefable, más indecible, más invisible. "Eso", eso tan propio, tan recóndito, tan inexpresable en que consistía ser, sencillamente, Murcia, ser ella y ninguna otra ciudad o cosa (...), pero cada día va siendo más difícil de percibir" (...)
(fragmento de "Merced, 22", Ramón Gaya, 1976)

Imagen anterior a 1889


Antes y después (las imágenes pueden estar separadas unos 100 años)


Principios de los años 60




Comienza el derribo (1967)


La fachada del antiguo Palacio Riquelme queda, en parte, oculta tras el enorme toldo allí situado, y, cómo no, ¡bolardos que no falten!
(Montaje a partir de imágenes capturadas en Street View, de Google Maps)

Situación actual de la fachada del Palacio Riquelme
(Imagen capturada en Street View, de Google Maps)


sábado, 14 de febrero de 2015

ROMPER EL PAISAJE

Hace tiempo que quería hablar de los disparates que con tanta frecuencia se cometen en la ciudad de Murcia, a base de los constantes desatinos que con licencia municipal, supongo, se ven por toda la ciudad, pero especialmente se notan más en el entorno urbano antiguo. De muestra sirva esta imagen como ejemplo de la necedad que, en la turística plaza de San Agustín, pueden disfrutar propios y extraños en la visita al Museo de Salzillo, junto al convento de Agustinas. La ampliación con una planta más del edificio (en obras paralizadas desde hace años) es un despropósito difícil de entender. La super antena, al fondo, detrás de la cúpula del convento, es el aguijón letal para la vista de tan singular sitio.
En fin, cosas veredes que non crederes.

Si te lo cuentan no te lo crees. ¿Es que no hay criterio? [Pues no]

MURCIA, PARAÍSO DEL BOLARDO

Ya denuncié en otra entrada de este blog (La Murcia hostil, enero 2015), el abuso que la corporación municipal viene ejerciendo con la implantación indiscriminada de bolardos a lo largo y ancho de toda la ciudad, para impedir, digo yo, la falta de respeto que algunos conductores tienen al aparcar sus vehículos sobre las aceras, impidiendo así en normal tránsito de los peatones por las calles y plazas; pero lo que finalmente se ha logrado (¡y bien logrado!) con esta medida es incomodar el movimiento a los ciudadanos por toda Murcia. Lo dicho: Matar moscas a cañonazos. Quiero añadir algunas imágenes más para que sirvan de ejemplo de mi denuncia contra esta medida del consistorio tan falta de inteligencia, como carente de sentido común. En definitiva, para evitar el abuso de algunos conductores, nos han jodido a los peatones. (¿Quién no ha tropezado alguna vez con uno de estos artefactos?)

Calle de San Pedro

Estrechamiento de calzada

Si vas con carrito de la compra y hablando con otra persona, entonces la cosa se complica.

Calle San Nicolás

Calle San Nicolás

Esto no se le ocurre ni al que asó la manteca.

Calle Sagasta

Composición artística con bolardos.
Otro estrechamiento-trampa 

Hilera de bolardos en la c/ Nicolás Ortega Pagán

¿De verdad que hacía falta esto?

Incomprensible


Con paraguas y bolsa se necesita cierta habilidad para pasar por la acera.

lunes, 19 de enero de 2015

LA MURCIA HOSTIL (Carta a Murcia)

Querida Murcia:

Sí, tienes espacios -no muchos, la verdad- que invitan a propios y extraños a su solaz y esparcimiento, en los que tantas veces pueden disfrutar merced al buen clima que por suerte nos regalas.
Pero -¡ay Murcia!- cuando te pones borde no hay quien te soporte. Antes, sobre todo en los 70, las calles y plazas eran ocupadas, hasta rebosar, por vehículos aparcados caóticamente haciéndolas prácticamente intransitables. Esto, por fortuna, se atajó; ahora, después de vaciarlas de los molestos coches que tanto te afeaban, son las terrazas de bares y restaurantes las que sustituyen a aquellos y, como trombos, obstruyen tus venas, arterias y órganos principales de forma inmisericorde. 
El desaliño creciente al que estás sometida por parte de las administraciones públicas (local y regional) están haciendo de ti una ciudad hostil; sin gracia, incómoda… y sucia; aunque en esto último los ciudadanos tienen -tenemos- una responsabilidad compartida.
Las terrazas de los cafés Sol, Arenal y Moderno, junto a la glorieta, no entorpecían paso alguno y daban servicio a los ciudadanos (c.1920)
Con la proliferación de las terrazas de bares y restaurantes que, con ánimo recaudatorio, el Ayuntamiento ha permitido hasta el abuso, han secuestrado los espacios públicos que con tanta generosidad, años atrás, ofrecías a tus habitantes y visitantes. Se puede argumentar que este proceso de transformación da servicio al ciudadano, sí, pero esta devastadora práctica debe tener un límite, y ese límite está ampliamente rebasado. 

Plaza de las Flores (1957)

Kiosco en la Plaza de las Flores (c.1955)

Plaza de Santa Catalina
Plaza de las Flores
Un ejemplo de terraza integrada: las proporciones se corresponden con el entorno
("El estudiante", ya desaparecido, años 60)
Hay ejemplos que a todos nos vienen a la cabeza, como las plazas de Las Flores, Santa Catalina, Las Anas,… que simplemente han… desaparecido. Nos han echado de tus plazas las indeseables aglomeraciones que, como fieles rebaños, acuden a los atribulados rincones. 

La plaza de Las Anas a tope de toldos, mesas y sillas
La calle Bodegones desde la plaza de Las Flores


Embudo entre las plazas de las Flores y Santa Catalina



 Plaza de San Juan


Plaza de San Juan

Estas plazas y calles, tan sucias con restos de los servicios que con tanta desconsideración la clientela arroja al suelo, sucias también por la falta de compromiso por parte -no pequeña- de tus habitantes, a los que les importa un bledo tu aspecto y, por qué no, tu salud, arrojando sin recato cualquier cosa (papel, pañuelo, cajetilla, envoltorio,...) que les venga en gana; acompañado todo esto con los excrementos caninos que te desbordan por doquier -irritante-, y que los dueños de los animales no se dignan recoger, demostrando de esta forma el desprecio hacia lo público y la falta de respeto para con los demás. Para ser justos diré que el servicio de limpieza te mima con generosidad, pues lo veo, pero a esto debe acompañarle una incesante campaña de concienciación dirigida a los ciudadanos para que se contribuya al mantenimiento de tus espacios, antes, tantas veces celebrados. Cuando viajo a otros pueblos y ciudades, tanto de España como del extranjero, lo primero que me llama la atención es la pulcritud imperante. Vamos a decirlo claro: aquí falta educación; y mucha.
Lo más cómodo: tirar las cosas al suelo
Sin palabras

 
La Plaza de Santa Catalina: un espacio para el ciudadano (c.1960)


Plaza de Santa Catalina: aquí ya empiezan a complicarse las cosas (c.1970)

Terrazas en la plaza de Belluga (finales años 90)

Plaza de Romea (años 60): ¡Quién te ha visto y quién te ve!


Plaza de Romea en los años 70. El uso y abuso, entonces, parecía normal



Aparcamiento de motos en Santo Domingo (años 60)
Aparcamiento en la Plaza de Apóstoles (c.1970)

           




En esta página no he podido evitar, querida Murcia, comentarte también, como remate, la ocurrencia que alguna ‘cabecica pensante’ ha concebido para adornar la restauración del club social "García Alix", en el antiguo colegio del barrio de San Antolín. No se le ha ocurrido nada mejor que poner sobre un banco de hormigón que se apoya a lo largo de toda fachada, el nombre que lleva el centro social en enormes letras en 3D, hechas en hierro galvanizado, creo yo que para evitar que la gente utilice esto como asiento (un signo más de hostilidad para con quienes te habitamos). Ya de por sí, este sutil plan urdido me parece perverso pero, además, reviste un peligro enorme a la vista de los afilados ángulos que forman las letras. Cualquier persona que por allí pase corre un serio peligro, si de un resbalón se trata, en el mejor de los casos un desgarrón en la ropa; pero aún lo tienen peor los ciegos y los niños que, yendo como van -los niños, claro-, o sea, como motos, pueden golpearse con las letras y acabar gravemente lisiados. ¡Cualquier cosa! ¡Ay, Murcia! ¡Qué te están haciendo! 
Con toda seguridad que cualquier proyecto de fachada para un edificio de viviendas o negocio donde se hubiera presentado una idea similar a esta, habría sido inmediatamente rechazada. Lógico.

¿De quién habrá sido esta "genial" idea?
Da miedo verlo

De las pintadas ya hablaremos; este serio problema bien merece otra página. ¡Te afean tanto, Murcia!