sábado, 18 de marzo de 2023

El carro ambulante del Portilla

Hace ya unos cuantos años, la ciudad estaba salpicada por unos quioscos ambulantes que vendían a los transeúntes, en especial a niños y niñas, pipas, caramelos, tramusos, chufas... y un largo etcétera. Daban fugaces placeres en el pobre panorama que entonces había.

Don Vicente Nicolás Mondéjar, (a) Portilla, era uno de estos vendedores que ofrecía, entre otras cosas, tramusos que el mismo elaboraba en su humilde casa de la calle Angustias, frente a la actual taberna de Luis de Rosario.


Don Vicente con su carro en la plaza de San Julián, frente al almacén de coloniales de D. José Rubio Pérez, quien fuera presidente del Real Murcia entre los años 1958 y 1960 (foto: ca. 1950). Al fondo, las calles del Pilar y Cortés (d)



 

                        En el Plano de San Francisco, don Vicente entrega un cartucho de mercancía a un cliente (ca. 1950)


Alguien muy cercano me cuenta que, de extranjis, vendía tabaco rubio extranjero. Esto le acarreó más de un disgusto.


Receta para la elaboración de los tramusos:

Mantener en remojo con un grifo permanentemente abierto durante 3 o 4 días.

Después se cuecen a fuego fuerte; pasado un tiempo, introducir un hierro al rojo vivo para darles color.

Dejar un día más en agua con el grifo abierto.

Por último, escurrir y añadir sal.


El frustrado primer depósito de agua de Murcia (1923)

Hace casi un siglo (exactamente, el 12 de abril de 1923), el depósito de agua que se había construido para suministro de agua a la ciudad de Murcia, el día de su llenado, debido a la pésima construcción (por su emplazamiento y por la mala calidad de los materiales utilizados), el depósito se vino abajo.

                                            El depósito de agua que se desplomó el día de su llenado:12 de abril
 1923



Más información:

https://aymurcia.blogspot.com/2017/02/ojala-y-no-hubiera-subido-cronica-del.html

jueves, 22 de septiembre de 2022

Murcia: El primer semáforo

Aunque pudiera parecer que están ahí de toda la vida, los semáforos se pusieron hace, relativamente, poco tiempo. Ante el discreto aumento del tráfico de vehículos que rodaban por la ciudad, el primer grupo de semáforos se implantó el 5 de junio de 1958. 


Recorte de prensa del diario Línea del día 3/6/1958


Siendo alcalde D. Antonio Gómez Jiménez de Cisneros, se puso en funcionamiento el primer grupo semafórico entre la plaza Martínez Tornel y el Puente Viejo. A partir del mes de julio funcionaban según el horario que dispuso el concejo, al menos durante el verano, por "apreciarse una disminución de tráfico a la hora de la siesta": de 9 a 2:30 de la mañana y de 4 a 10 de la tarde.

Poco después, en noviembre de ese mismo año, se pusieron nuevos grupos de semáforos en el Rollo y en la calle Floridablanca. En Santa María de Gracia, en 1963; y de esta manera, poco a poco, fueron instalándose por toda la ciudad, hasta que dejó de ser noticia.

Por si alguien no lo sabe, las calles Trapería y Platería eran atravesadas por el tráfico rodado que circulaba por las calles Montijo y González Adalid, respectivamente; en el primer caso se interrumpió el tráfico que atravesaba la Trapería por hacerse peatonal la calle Montijo a finales de 1967. ¿Y por qué escribo esto?, pues porque en 1961 se pusieron sendos semáforos en dichos cruces. El de Platería con Gonzalez Adalid se mantuvo hasta la desaparición del tráfico por esta calle, en junio de 1969, en un afán del ayuntamiento capitalino por peatonalizar el centro de la ciudad, especialmente sus calles más angostas.



Platería, esquina con la calle González Adalid (años 60). 
En la parte inferior de la imagen, por estar mojado el suelo, pueden verse las rodaduras de los vehículos que atravesaban el flamante pavimento de la Platería, renovado durante el verano de 1961.

lunes, 1 de marzo de 2021

La casa del Marqués

Murcia, 1908
El fotógrafo anónimo ha decidido dar un paseo por la ciudad en busca de una buena vista del nuevo parque que se asoma a la orilla del río Segura. El parque recibe el nombre de Ruiz Hidalgo en correspondencia a los apellidos de quien ha impulsado y rematado, al fin, tan notable proyecto. 
Los jóvenes árboles delatan que el gran jardín hace poco que ha sido inaugurado. Los troncos delgados y su escasa fronda permiten tener un panorama despejado. Entretanto, tartanas y cabriolés ruedan mansos por la gran avenida de tierra que bordea el cauce del río, y los peatones se saludan mientras pasean en pequeños grupos.

⏤«Adiós, don Luís y compaña». ⏤dice don Ramón con amplia sonrisa, dejando vislumbrar sus marfiles apretados.
⏤«Que tengan ustedes buena tarde, don Ramón y familia». ⏤responde don Luís, mientras pellizca levemente el ala de su canotier.

El desconocido fotógrafo lleva colgada del cuello una correa con un estuche de cuero de donde extrae una pequeña cámara de fuelle que ha podido comprar en su último viaje a Madrid. Apostado junto la barandilla del nuevo puente cuya estructura se eleva sobre el parque, puede disfrutar de una bella panorámica. Además, desde allí puede contemplar, al fondo, la casa-torre que tan bien conoce y que se alza a la otra orilla del río: la de su buen amigo D. Pedro Pagán, quien fue alcalde de Murcia durante breve tiempo en el azaroso año de 1874. Regalarle a don Pedro una fotografía con el nuevo parque al que se asoma de forma privilegiada su casa, justifica de sobra fotografiar el paisaje que tiene ante él.



1- Punto de vista del fotógrafo anónimo (ca. 1908). 2- Punto de vista de Juan Ballester (1974)

Murcia, 1974
Juan, un joven aficionado a la fotografía, desde un lugar distinto pero en la misma línea que hay entre la casa del Marqués y la posición desde la que el primer fotógrafo hizo su disparo, decide, como por una rara casualidad, hacer una foto con su nueva cámara, coincidiendo extrañamente su imagen con la de alguien que sesenta años atrás había tenido una misma visión del paisaje que, aunque ha cambiado notablemente, la presencia de la casa del Marqués, como si de una atalaya se tratase, preside ambas fotografías. El parque ya no existe desde hace apenas unos 20 años, pero el relleno de tierra que se hizo sobre él, posibilita al joven fotógrafo tener un punto de mira similar que el del anónimo fotógrafo.
¿Será que un mismo tema puede producir un sentimiento parecido a dos personas tan alejadas en el tiempo? Sin duda. La visión de la casa del Marqués provocó una atención especial en los dos fotógrafos: el mismo ángulo, la misma luz... Pero esta cosa que puede parecer casual, no lo es. Hay gente que tiene la vista más fina, que es capaz de aclarar el paisaje entre tanto ruido y advertir aquello que para gran parte de la gente pasa inadvertido. 

Fotos: Juan J. Ballester y fotógrafo anónimo

E.L.
Murcia, 1 marzo 2021