domingo, 8 de marzo de 2015

EL PALACIO RIQUELME

Otra de las barbaridades cometidas en la ciudad de Murcia en nombre del progreso, y ejemplo de lo que nunca debió hacerse, fue la demolición del Palacio Riquelme en 1967, en el auge del desarrollismo y la especulación urbanística.
Después del derribo, la fachada del palacio se reutilizó en el Museo Salzillo que, en aquellos años, se construía en un solar junto a la Iglesia de de Jesús, en la plaza de San Agustín.
El Palacio Riquelme se construyó en el s. XVI, y estaba situado en la calle Jabonerías, esquina con la popular calle Platería. 
Perteneció a la familia Riquelme Salafranca, marqueses de Pinares (no confundir con otra rama de la familia: los Riquelme Fontes, marqueses de las Almenas; siendo estos últimos los que encargaron el conocido belén a Salzillo, en 1776, y que, más tarde, completó el escultor Roque López hacia 1800).
El impersonal edificio que hoy ocupa el lugar donde antes se alzaba el Palacio, en el mismo centro histórico de la ciudad, desentona por completo: en primer lugar por su estética vulgar y grosera, que no contempla para nada el entorno urbano; y después, por el desproporcionado tamaño (¡diez plantas, contando bajo, entresuelo y ático!) entre calles angostas del mismo centro de la ciudad, lo que nos da una idea del caos con el que la corporación local del momento administraba los permisos para la construcción de nuevas edificaciones. Otro despropósito más que se suma a los centenares de barbaridades urbanísticas acometidas aquellos años, terminando así por desmontar una ciudad, que si bien nunca fue tan monumental como otras que nos puedan venir a la cabeza, sí que tenía su propia personalidad; una ciudad, hoy, completamente arruinada. 


(...)"Murcia no es una ciudad para ser visitada, claro, por que está... "vacía"; no hay en ella nada monumental, ni siquiera pintoresco, característico, pero cuando logramos verla incrustada en el paisaje, ahogada por el paisaje, dejará de ser la ciudad borrosa, blanquecina, sin color, sin dibujo y plana que vimos al principio." (...),
(fragmento de "Murcia", Ramón Gaya, 1950)

"¡Hace cincuenta años! ¡Medio siglo! Murcia era entonces, todavía, Murcia, concentradamente Murcia. Cada lugar de España era entonces todavía él, muy él y ningún otro, es decir cada "sitio" era un sitio único, singular, y no sólo por su carácter y fisonomía diferentes, sino por su sustancia, por su solitaria sustancia (...) Pero así como ser Córdoba -o ser Toledo, o ser Valencia- era ser una singularidad bastante dibujada, ser Murcia era ser una singularidad más imprecisa, más misteriosa, más secreta, más fina (sí, más fina), más inefable, más indecible, más invisible. "Eso", eso tan propio, tan recóndito, tan inexpresable en que consistía ser, sencillamente, Murcia, ser ella y ninguna otra ciudad o cosa (...), pero cada día va siendo más difícil de percibir" (...)
(fragmento de "Merced, 22", Ramón Gaya, 1976)

Imagen anterior a 1889


Antes y después (las imágenes pueden estar separadas unos 100 años)


Principios de los años 60




Comienza el derribo (1967)


La fachada del antiguo Palacio Riquelme queda, en parte, oculta tras el enorme toldo allí situado, y, cómo no, ¡bolardos que no falten!
(Montaje a partir de imágenes capturadas en Street View, de Google Maps)

Situación actual de la fachada del Palacio Riquelme
(Imagen capturada en Street View, de Google Maps)